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El Bautismo - ¿Es Realmente Necesario?

El Bautismo - ¿Es Realmente Necesario?By Joe Crews

Introducción

Supongamos que se realiza una encuesta de opinión sobre el tema del bautismo cristiano, entre personas que viven en las cien casas más cercanas a la suya. “Qué respuesta obtendría a la pregunta:

¿Cómo debería una persona ser bautizada para cumplir con los requisitos bíblicos de la salvación?”

Es probable que reciba docenas de respuestas, de ser posible, hasta cien. Algunos responderán, que no creen que el bautismo sea necesario para ser salvo. Otros, que el verdadero bautismo es el de inmersión triple. Algunas personas argumentarán que el bautismo por aspersión, que consiste en salpicar con agua la cabeza, es el válido. Otros se pronunciarán a favor del derramamiento o ablución de agua sobre el candidato. Por último, estarán los que aseguran que la forma de bautismo correcta es el bautismo por inmersión.

De una u otra manera, el tema del bautismo genera una plétora de ideas acerca de cómo debe administrarse y a quién. Lo interesante es que todos creen, que la forma de bautismo elegida tiene bases bíblicas. Nos deja perplejo el hecho que tal confusión exista, cuando la información procede de una misma fuente.

En Hollywood, California, un hombre insistió en ser bautizado en un enorme estanque lleno de pétalos de rosa. Esto pareciera un tanto excéntrico, sin embargo, los ejemplos a continuación no son menos extravagantes. Un predicador reunió a sus nuevos conversos en una calle de Baltimore y los roció con la manguera contra incendios, declarándolos bautizados. Otro bautizó a una señora en una tienda de comestibles, salpicándole la cabeza con Coca Cola.

Contrario a lo que se afirma, es evidente que estas personas no conocen a fondo lo que dice la Palabra de Dios acerca del tema. Estas formas radicales de buscar la salvación tienen su origen en tradiciones paganas o en el escaso conocimiento de las Escrituras. A nosotros, desde luego, no nos interesan estas invenciones humanas. Encontramos en la Biblia la verdad sobre el significado y la forma correcta del bautismo.

Dos requisitos para entrar al Cielo

Centremos nuestra atención en la enseñanza del Maestro, cuando definió los requisitos para entrar en su Reino. “El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3:5). Ésta es la declaración más asertiva de Cristo. Sus palabras no dan cabida a malas interpretaciones, hay dos requisitos para tener acceso al cielo. Todos debemos atravesar por estas dos experiencias si queremos ser salvos.

Pero, ¿qué quiso decir Jesús con la declaración hecha a Nicodemo? ¿Qué significa nacer del Espíritu? y ¿Qué significa nacer del agua? El contexto de la conversación con el acaudalado fariseo no deja lugar a dudas en cuanto al significado de las palabras de Jesús. El versículo 3, describe el nacimiento espiritual de manera simple: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. La frase ser “nacido del Espíritu”, hace referencia a la conversión. Jesús continúa describiendo en los versículos 7 y 8 la obra misteriosa y silenciosa del Espíritu en su misión transformadora.

Nacer de agua se refiere al bautismo. Ambos actos están estrechamente conectados en las Escrituras. La conversión es el cambio interior y el bautismo es la evidencia externa que el cambio ocurrió. Cristo vuelve a repetir en otra ocasión estas dos condiciones para la salvación: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado” (Marcos 16:16).

El creer para ser salvo equivale a nacer del Espíritu y su conexión con el bautismo es la misma a la que se refirió Jesús en su conversación con Nicodemo. Es la fe en los méritos salvadores de la cruz, la que produce el cambio milagroso reflejado en el bautismo por agua. En este punto, se podría argumentar, que si el ladrón en la cruz no pasó por la experiencia del bautismo, éste no puede considerarse un requisito para obtener la salvación ¿No prometió Jesús al indigno criminal un lugar en su reino? ¡No fue bautizado!

No existen pruebas que confirmen que el ladrón se bautizó. No tuvo oportunidad de hacerlo, después de aceptar a Jesús como su Señor y Salvador. No se podía bajar de la cruz porque las autoridades romanas estaban en el proceso de ejecutarlo. Si hubiese tenido la oportunidad de continuar viviendo, sin duda habría hecho muchas cosas. Habría abandonado su vida como criminal, restituido todo lo robado y vivido en conformidad con la verdad que ahora conocía. Siendo físicamente imposible realizar estas cosas, la vida obediente de Jesús le fue contada por justicia. Por esta razón, Dios lo aceptó y Jesús le otorgó la gloriosa seguridad de la salvación. El ladrón hubiera cumplido con el requisito del bautismo, de haber sido posible.

En circunstancias similares, lo mismo ocurriría hoy. Supongamos que un hombre se acerca y me pide que lo bautice. Su deseo de ser bautizado es tan urgente y apremiante, que me ruega que lo haga inmediatamente. Nos subimos a mi automóvil para ir a un lugar conveniente, donde se pueda llevar a cabo el servicio. Pero en el camino, ocurre un terrible accidente. Mi pasajero muere en ese accidente. ¿Perdió la vida eterna porque no fue bautizado? Por supuesto que no. Él había tomado la decisión y estaba en el proceso de obedecer al Señor cuando murió. Dios nunca pide lo imposible a nadie. Basándonos en lo que hemos aprendido, podemos decir con confianza, que si una persona tiene la oportunidad de ser bautizada y se niega a hacerlo, no podrá entrar en el reino de los cielos.

¿Cuántos tipos de bautismo hay?

¿Existen diferentes tipos de bautismo? Según el apóstol Pablo, no: “Un Señor, una fe, un bautismo” (Efesios 4: 5). A pesar de las numerosas creencias, dioses y bautismos falsos, solo hay un bautismo verdadero. ¿En medio de tanta falsedad, cómo se puede distinguir lo genuino de lo falso?

La respuesta se encuentra en la Palabra de Dios y en el simbolismo representado en el acto mismo. En otras palabras, el significado del bautismo determina el tipo de bautismo. Analicemos cuidadosamente la descripción de Pablo sobre esta hermosa ceremonia y lo que representa: “Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva... sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado” (Romanos 6: 4-6).

¿Entiende lo que Pablo trata de decir con esto? Morimos a la vieja vida de pecado, conocida como el “viejo hombre”. Es necesario deshacerse de ese cuerpo de pecado, y Pablo afirma que mediante el bautismo se “sepulta” la naturaleza crucificada. Por medio del acto de inmersión se lleva a cabo el funeral espiritual y la celebración de una nueva vida engendrada por el Espíritu Santo, con lo que también, según Pablo, conmemoramos la muerte, sepultura y resurrección de Jesús. ¡Qué acto tan significativo para los nuevos conversos! No solo dan testimonio público de la transformación interior que se ha producido en sus vidas, sino que también entran de manera simbólica en los goces de una nueva vida de obediencia y victoria.

Déjenme preguntarles algo. ¿Cómo se podría representar toda esta experiencia de muertos al pecado, sepultados con Jesús y resucitados a una nueva vida? Pensémoslo por un momento. No hay una manera más perfecta de representar todos esos pasos, que con los ojos cerrados, conteniendo la respiración y con las manos cruzadas, ser sumergidos poco a poco bajo el agua.

¿No es esta la razón por la que se explica con tanto detalle el bautismo de Jesús? A pesar de haber sido lleno del Espíritu mientras aún estaba en el vientre de Su madre, Jesús instó a Juan a bautizarlo, diciendo: “Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia” (Mateo 3:15). Veamos cómo se llevó a cabo la ceremonia en el río Jordán. “Aconteció en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. Y luego, cuando subía del agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu como paloma que descendía sobre él” (Marcos 1:9, 10).

Contrario a la representación distorsionada de la versión de la película de Hollywood, la escena se desarrolla dentro y no en la orilla del río Jordán. Las palabras empleadas para describir el suceso son de vital importancia. Marcos especifica que “subía del agua” después del bautismo. Jesús fue completamente sumergido en el agua con el objeto de que “cumplamos toda justicia” y con el fin de servir de ejemplo perfecto para sus seguidores.

¿Continuaron los discípulos utilizando esta forma de bautismo ordenada por Dios después que Jesús regresó al cielo? El capítulo 8 de Hechos explica cómo bautizó el fiel Felipe, al eunuco etíope en el desierto. Un ángel le ordenó que viajara al sur, hacia el desierto de Gaza, donde encontraría a un prominente líder del gobierno sentado en un carro. Allí el Espíritu le dijo a Felipe que se acercara al etíope, que estaba leyendo el libro de Isaías. Cuando el hombre confesó que no entendía lo que leía, Felipe comenzó a predicarle acerca de Jesús, simbolizado por el manso Cordero en la profecía mesiánica.

Lucas registró esta interesante conversación en Hechos 8:36-39: “Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? Felipe dijo: Si crees con todo tu corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó. Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y siguió gozoso su camino”.

Es como si el Espíritu de Dios anticipara la duda que provocaría el tema del bautismo, e inspiró a Lucas a repetir las palabras: “ambos descendieron al agua, Felipe y el eunuco”. Esto evidencia que la iglesia primitiva practicaba el bautismo por inmersión, siguiendo el ejemplo de Juan y Jesús. En efecto, no se encuentra indicación alguna, en todos los relatos inspirados del evangelismo apostólico y las actividades de la iglesia, que el bautismo establecido por los dos primos en el Jordán haya cambiado.

A Juan el Bautista se le dificultaba llevar a cabo este ministerio especial a causa de la escasez de agua que existía en esa árida región. Se nos dice que “Juan bautizaba también en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas; y venían, y eran bautizados” (Juan 3:23). De nuevo, la Biblia incluye esta interesante información inspirada, para mostrarnos que solo hay una forma correcta de lavar el pecado y entrar en el cuerpo de Cristo. Juan no podía cumplir con el ministerio asignado por Dios, rociando o vertiendo agua de una jarra sobre el candidato. Se veía obligado a quedarse en ciudades ubicadas cerca de las riberas del Jordán, donde el agua era suficiente para practicar el bautismo por inmersión. La gente acudía a él para “sepultar” la pasada vida pecaminosa en las aguas del bautismo.

Consideremos la evidencia más sólida en cuanto a la postura de Cristo sobre este tema. En todas las instancias en las que Jesús se refirió al bautismo, usó la palabra griega “baptizo”, de la cual se deriva la palabra en español. Los lingüistas y expertos le han seguido el rastro hasta sus orígenes hace dos mil años, y han descubierto que todas las ramas del saber y la comunicación la han utilizado, sin desviarse del significado original, que quiere decir sepultura o ser cubierto completamente.

El Dr. Conant resume las conclusiones hechas por los expertos que llevaron a cabo este exhaustivo estudio. Con referencia a la palabra “baptizo”, dijo: “En definitiva, el término ha conservado su significado original sin cambios. Desde los inicios de la literatura griega hasta su fin, período que abarca casi 2,000 años, no se ha encontrado ni una sola instancia en la que la palabra denote un significado distinto. No existe una sola referencia en la que se vincule esta palabra a la acción de rociar o verter agua, para limpiar o purificar, aparte del acto literal del sumergimiento como medio de limpieza o purificación”.

Es revelador que nuestro Señor haya optado por usar la palabra “baptizo” para referirse al bautismo. Existían otras palabras griegas que podrían haberse empleado para denotar la acción de rociar o sumergir, pero Cristo nunca las utilizó para describir el bautismo. Siempre empleó la única palabra que refleja con exactitud el intencionado simbolismo de esta solemne ceremonia: muerte, sepultura y resurrección.

¿Quién es elegible para el bautismo?

A la luz de esta información, ¿Es posible determinar quién puede o no recibir el bautismo cristiano? La Biblia establece tres condiciones previas que deben cumplir los que quieran dar este paso. Jesús dijo: “Por tanto id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mateo 28: 19, 20). Puesto que el bautismo es la manifestación externa de la conversión, se entiende de manera clara, por qué Jesús ordena que se debe instruir, antes de permitir la participación en este rito sagrado.

Sin un entendimiento claro del plan de salvación, nadie es digno de participar de sus abundantes provisiones. Cristo estipuló que todo candidato debería ser instruido en las doctrinas básicas, antes de entrar a las aguas del bautismo. Es importante que entiendan a plenitud el significado del paso que están a punto de dar. Jesús enfatizó la urgencia de este trabajo de preparación cuando dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo…” (Marcos 16:16). Sin fe, no es posible recibir perdón ni experimentar una conversión. Al contrario, el acto físico del bautismo se convierte en un ritual mecánico desprovisto de valor. Bajo la inspiración de Dios, Pedro, en el día de Pentecostés, reafirmó las palabras de Jesús añadiendo un tercer pre-requisito. Dijo: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados” (Hechos 2:38).

La imagen es más clara. Todos los elementos involucrados en el proceso de aceptación a Jesús y el acto de nacer de nuevo, deben estar presentes antes que la persona se considere espiritualmente lista para el bautismo. La instrucción, la fe, el arrepentimiento y la verdadera conversión siempre precederán al renunciamiento público de la antigua vida de servidumbre.

Aclaramos que los niños pequeños no reúnen los requisitos para participar en esta ceremonia. Es imposible que una criatura cumpla con las condiciones establecidas en las Escrituras. A los infantes no se les puede instruir, y tampoco son capaces de reconocer su pecado y arrepentirse. Concluimos de manera categórica que la aspersión ritualista en las ceremonias de bautizo de niños, no tiene fundamento bíblico. Es posible dedicar a los recién nacidos a Dios y orar por ellos y por sus padres, pero esto nunca debiera considerarse un sustituto del bautismo bíblico.

Lo que la mayoría no sabe es que, incluso la Iglesia Católica practicó el bautismo por inmersión hasta el siglo once o doce. He visto las antiguas catedrales en el Oriente con grandes bautisterios, que tenían espacio para bautizar a varias personas al mismo tiempo. Esas instalaciones cayeron en desuso cuando la forma de bautizar cambió, con el fin de incluir a todos los miembros de la familia en la comunidad eclesiástica. Puesto que, no era seguro sumergir a los recién nacidos en el agua, se adoptaron diversas formas de bautismo. Al principio se derramaba agua sobre la criatura. Luego, se vertía agua sobre la cabeza. De allí se pasó a la aspersión y, finalmente, a un toque en medio de los ojos. Como muchas otras ordenanzas divinas, el bautismo por inmersión fue perdiendo popularidad, hasta casi desaparecer tras las incesantes presiones de la transigencia cultural y la conveniencia. La costumbre pagana de la aspersión no solo permeó la tradición católica y ortodoxa, sino que finalmente fue adoptada por varias denominaciones protestantes.

Hace varios años, mientras vivía en Bangalore, India, una mañana temprano, me despertó un golpe en la puerta fuerte y persistente. No conocía a la persona que me buscaba, pero su pedido urgente llamó mi atención y me hizo correr a vestirme. Necesitab a desesperadamente un ministro, y yo era el único disponible. Los vecinos de este cristiano hindú habían perdido a su pequeño bebé la noche anterior. “Ahora” me dijo, mientras nos apresurábamos a llegar a su casa, “el pastor de la iglesia a la que asiste mi vecino se rehúsa a oficiar el funeral, porque los padres no habían bautizado al niño. Quiero que los visite y les de consuelo y ánimo”.

Encontré a la devastada familia en un estado de aturdimiento. El padre intentaba construir un ataúd para el niño con algunas tablas rústicas. La afligida madre lloraba al tiempo que acurrucaba con fuerzas el cuerpo inerte del bebé en sus brazos. Mientras ayudaba al padre a terminar el ataúd, me explicó con más detalle lo que su pastor le había dicho sobre su hijito. Por negligencia no lo habían bautizado, y estaba condenado al fuego eterno del infierno. El pastor se rehusaba a oficiar el funeral y permitirles sepultarlo en un lugar sagrado en el cementerio.

Después de colocar el pequeño cuerpo en el cajón, reuní a la familia en un círculo y celebré un servicio fúnebre un tanto inusual. Luego de darles palabras de consuelo, les aseguré que el no haber bautizado a su bebé, no tenía nada que ver con su salvación. Indignado por las acciones del pastor, les dije que la salvación del bebé era mucho más segura, que la del sacerdote que se había negado a acompañarlos ese día.

Después llevé en mi camioneta el ataúd y a la familia a un lugar “no consagrado” donde enterramos al pequeño bebé. ¡Qué concepto pagano es este, que un hombre crea que puede santificar la misma tierra, que Dios maldijo en el principio por causa del pecado! A tales extremos nos llevan las tradiciones vanas.

Le importa a Dios la forma?

Para muchos no es importante si el bautismo es por inmersión, aspersión o por derramamiento. “¿Qué importancia tiene?” argumentan, “en todo caso es solo un símbolo”. “A Dios no le importa la forma de bautismo que escojamos”. Pero, deberíamos plantearnos la interrogante de cuán importante es esto para Dios. La Biblia registra historias dramáticas que prueban que Dios es exigente en cuanto a sus mandamientos. Consideremos, por ejemplo, ¿Cuántos de los 600,000 hebreos que salieron de Egipto entraron en la Tierra Prometida? O más bien, ¿Cuántos no llegaron a su destino? La Biblia nos dice que 599,998 murieron antes de cruzar el río rumbo a la Tierra Prometida. Caleb y Josué fueron los únicos que sobrevivieron la travesía por el desierto desde Egipto a Canaán, y las Escrituras afirman que fue porque “de todo corazón siguieron al Señor”.

Pero reflexionemos, por un momento, si la naturaleza simbólica del acto hace la forma irrelevante. No podemos negar que existe un profundo significado espiritual, unido a cada etapa del acto de ser sumergido bajo el agua. Pero, ¿No existe también una verdad espiritual prefigurada en la ceremonia del pan y el vino? Este servicio conmemora los mismos sucesos de la vida de Jesús que el bautismo. Sin embargo, ¿Cuántos aprobaríamos la blasfemia cometida por una iglesia de corte contemporáneo y clandestino, que sustituye los componentes de la Cena del Señor por Coca-Cola y hamburguesas? No importa que todo sea meramente simbolismos, creemos que es de vital importancia utilizar los mismos símbolos que nuestro Señor empleó cuando introdujo el rito. Entonces, ¿Por qué no mantenemos la misma forma simbólica que Jesús siguió cuando se bautizó en el río Jordán hace mucho tiempo atrás?

Hay otro texto en la Biblia que respalda la abundante evidencia que existe. Pablo escribió, “Sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos” (Colosenses 2:12). La recurrencia del término “sepultados” es un común denominador en las frases que describen el bautismo en el Nuevo Testamento. Con el objeto de representar los distintos aspectos de lo que Jesús hizo por nosotros, el bautismo debe incluir los símbolos de muerte, sepultura y resurrección. Esos son los principales eventos conectados a la expiación, y ninguna otra forma de bautismo, que no sea por inmersión, reproduce los componentes simbólicos requeridos. ¿Por qué se atrevería alguien a rechazar la única forma de bautismo que incorpora todos los elementos del plan de salvación, cuando Jesús mismo lo ejemplificó?

Se debe hacer hincapié en el hecho que no ocurre ningún cambio mágico o milagroso en la vida de una persona cuando se bautiza. La muerte del viejo hombre de pecado precede el servicio fúnebre y el entierro. Incluso el bautismo aprobado por la Biblia no garantiza el más mínimo cambio en la vida del candidato. La transformación debe darse antes del testimonio. Se puede forzar al pecador más empedernido a entrar al bautisterio y sumergirse 50 veces, sin efecto alguno. Descenderá a las aguas como un pecador seco y subiría como un pecador mojado. Por años, líderes religiosos y pastores han enterrado vivos a un gran número de personas, antes de haber éstos cumplido con el requisito de morir al pecado.

Algunos se preguntan si el acto de sumergirse los liberará de los ataques satánicos y hará que su vida cotidiana sea más agradable y cómoda. Me encantaría poderles asegurar que el bautismo elimina todos los obstáculos y resuelve todos los problemas, pero eso no es lo que enseña la Biblia. Inmediatamente después de ser bautizado, Jesús fue llevado al desierto donde tuvo lugar su encuentro con Satanás. Es probable que el cristiano recién bautizado enfrente luchas similares contra los poderes de las tinieblas. Al diablo le enfurece el compromiso absoluto de los que eligen bautizarse.

¿Cabe la posibilidad de que aumenten los ataques en contra de los que siguen a Jesús de todo corazón? Ciertamente, esto no debería atemorizarnos, porque se confieren recursos espirituales especiales a los que aceptan el pacto del bautismo. Todo bautizado emerge del agua fortalecido por esta nueva relación, que garantiza la protección contra las asechanzas del enemigo. El poder que antes era tan solo una promesa, empieza a fluir en la experiencia diaria de estos nuevos conversos. Pablo escribió: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Corintios 10:13).

¡Qué seguridad nos ofrece esta promesa! Ningún hijo de Dios peleará la batalla solo. Las huestes satánicas se desplegarán en nuestra contra, pero no podrán idear una estratagema que logre separarnos de las legiones angélicas, encargadas de defendernos. Dios asume la responsabilidad de crear una ruta de escape por la cual podamos eludir el engaño más astuto que Satanás pueda idear.

¿Es correcto bautizarse de nuevo?

Otro aspecto de este tema que debe ser explorado es el rebautizo. ¿Si alguien renuncia al compromiso original, puede bautizarse por segunda vez, o incluso más veces? ¿Por qué razón, sería importante o hasta necesario bautizarse de nuevo? ¿Responde la Biblia estas preguntas? Sí. Las mismas preguntas fueron planteadas en la iglesia apostólica primitiva, y Hechos 19:1-5 explica cómo Pablo manejó el tema en Éfeso. “Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Éfeso, y hallando a ciertos discípulos, les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo. Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan. Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo. Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús”.

Quiere decir que Juan ya había bautizado a estos cristianos en Éfeso. No solo era un bautismo legítimo, sino también habían aceptado a Cristo como el Mesías por las enseñanzas de Juan. Pero, bajo el cuestionamiento de Pablo, confesaron su falta de conocimiento acerca del Espíritu Santo. El mensaje que Pablo compartió con ellos fue de tal naturaleza, que sintieron la necesidad de ser bautizados de nuevo.

Con este ejemplo bíblico como marco de referencia, examinaremos las razones por las que los discípulos modernos optan por volver a bautizarse. Obviamente, si se descubre que el primer bautismo no está en armonía con el bautismo de Jesús, el converso debe bautizarse de la manera correcta a fin de cumplir “toda justicia.” La aspersión, por ejemplo, aunque conocida como una forma de bautismo, nunca podrá representar los requisitos simbólicos de la muerte y sepultura. Esto significa que los bebés, sin considerar la sinceridad de sus padres o padrinos, no están bautizados, hasta que lo hagan por decisión propia, y a una edad responsable. Es difícil para los adultos que recibieron el bautismo por aspersión, aceptar la idea que nunca han sido propiamente bautizados, y deben hacer arreglos para bautizarse por inmersión tan pronto como sea posible.

En una ocasión le pregunté a un hombre, si alguna vez había sido bautizado. Su respuesta fue: “No lo sé, pero le preguntaré a mi madre y se lo diré”. No cabe duda de que este hombre necesitaba ser bautizado de nuevo, a pesar de lo que dijese su madre. Algunas personas confiesan que fueron bautizadas a una edad temprana, sin haber experimentado el nuevo nacimiento. El bautizo fue un mero ritual, hecho para complacer a algún amigo o a un miembro de la familia. Pero, después de una conversión genuina, deben recibir el bautismo-sepultura que conmemora la muerte del pecado en sus vidas.

¿Qué sucede con el cristiano que vuelve a su vida anterior de pecado? La apostasía pública, marcada por la desobediencia abierta a la ley de Dios, debe asimismo ser abandonada públicamente mediante la renovación de la experiencia del bautismo. El testimonio personal de un cambio de estilo de vida, es un aspecto importante del bautismo. Otra razón por la que algunos sienten la necesidad de bautizarse de nuevo tiene relación con la experiencia de los creyentes de Éfeso. Al parecer, creían que la luz de la verdad que les compartió Pablo tenía tal poder de cambiar vidas, que sintieron la necesidad de ser bautizados de nuevo. Lo mismo sucede hoy con aquellos que aprenden nuevas verdades bíblicas, que transforman la manera de creer y adorar a Dios. Algunos descubren que su caminar anterior con Cristo, aunque sincero, viola algunos principios importantes de la Escritura. Nadie debe sentir que reniega de su experiencia anterior, cuando elige lavar el pasado mediante la renovación de la experiencia bautismal.

Con suficientes razones irrefutables que respaldan la decisión de bautizarse y convertirse en miembro de iglesia, ¿Por qué tantas personas se abstienen de dar, o postergan, este paso? Durante años, he escuchado excusas que justifican el no rendirse a Dios y el no tomar la decisión de ser bautizado. Una de las expresiones más comunes es: “Me temo que no voy a perseverar en mi decisión, y no quiero ser un hipócrita”. Este no es un argumento válido para quién haya cumplido con los requisitos previos de fe, arrepentimiento y conversión. Tal persona es consciente de la debilidad de la carne y la imposibilidad de estar al nivel de los estándares divinos mediante el esfuerzo humano. Todo depende de la oración y de una relación constante e íntima con Jesús.

¿Es posible que una vida de oración y fe se debilite condenándonos a la derrota? Por supuesto, si optamos por descuidar el ejercicio espiritual en algún momento de nuestras vidas. ¿Debería esa posibilidad desanimarnos de consagrar nuestra vida a través del bautismo? De ninguna manera. Si pensamos vivir para nosotros mismos, tendremos miedo de tomar los solemnes votos bautismales de fidelidad eterna. Pero los que se unen a Jesús, dejan lo pasado y entran por fe en ese compromiso público, confiando que el poder de Dios los sostendrá. Reconocen que existe la posibilidad de tropezar a medida que se fortalecen día a día, pero saben que el amante Jesús está presente para recogerlos, perdonarlos y motivarlos si fallan. Los que tienen miedo y poca fe de comenzar el peregrinaje cristiano, simplemente confirman su falta de preparación espiritual para la experiencia del bautismo. Deben esperar hasta que su fe se arraigue más en Jesús que en ellos mismos.

¿Cuándo se está listo entonces para el bautismo? ¿Se debe esperar hasta tener la absoluta seguridad que nunca se cometerá un error? Desde luego que no. De hecho, las emociones no tienen nada que ver con la preparación. Pero deben poseer la seguridad que surge de lo más íntimo del alma, que Cristo ha realizado el milagro del nuevo nacimiento en sus vidas. Pueden poner su nombre en la hermosa promesa mesiánica de Isaías 53. Cada candidato para el bautismo debería leer el versículo 5 de esta manera: Mas él herido fue por mis rebeliones, molido por mis pecados: el castigo de mi paz fue sobre él, y por su llaga, yo he sido curado.

Algunos que están leyendo estas palabras ahora, han estado postergando la decisión de seguir a Jesús a la tumba líquida del bautismo. ¿Temes decepcionar al Salvador al dar un paso en falso o fracasar? Desecha de inmediato estos temores egocéntricos e infundados. Tu caminar con Jesús no depende de tu habilidad de vencer la tentación y la debilidad humana. Si te basas en lo que puedes lograr por ti mismo, permanecerás en la zona de la indecisión para siempre. Debes enfocar cada pensamiento en la fuerza y el poder de Aquel que te invita a ser tu Amigo para siempre. Es la naturaleza infalible de sus promesas lo que da perfecta confianza para vivir la vida cristiana. El carcelero de Filipos fue conmovido por la convicción y la fe en Dios, que decidió ser bautizado esa misma noche con toda su familia. Pablo, siendo él mismo prisionero, llevó a cabo el bautismo de los nuevos conversos.

Ananías expresó la misma urgencia en su llamado al recién convertido Saulo. Él dijo: “Ahora pues ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre” (Hechos 22:16). ¿Es esta la apelación que el Espíritu Santo está haciendo a tu corazón en este momento? Amas al Señor y reconoces que ha muerto por tus pecados. Por fe, has aceptado su muerte expiatoria. La gracia transformadora de Jesús ha traído paz y seguridad a tu vida por primera vez. Si todo esto es verdad, necesitas tomar la decisión más importante de tu vida. El Espíritu pregunta, “¿Por qué te detienes? Levántate y bautízate”.

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